El martes por la tarde iba a Málaga, a la manifestación por el 25N. Para mi sorpresa el tren aún no había abandonado la estación. Había pasado algo, porque la Guardia Civil estaba hablando con un hombre al que se le veían lesiones considerables en el rostro.
El tren salió con cuarenta minutos de retraso y, como era lógico, el tema de conversación era lo que había pasado.
En los asientos de enfrente, un hombre empezó a relatarle su versión de los hechos a unas mujeres que se montaron en Pizarra, por qué el tren llevaba tanto retraso. Les contó que un chico se había montado en el tren con una chica. Él parecía estar increpándola e intentó golpearla, o lo hizo, no me quedó claro. Les contó, también, que un señor le recriminó al chico su conducta e impidió que la golpeara. Acto seguido se enzararon en una pelea a puñetazo limpio. La chica intentó defender a su acompañante.
Este hombre, acto seguido, comenzó a decir que «a algunas nos iba la marcha», que «algunas no saben lo que quieren», que «encima se ha ido con él». Las mujeres le dieron la razón con argumentos del mismo tipo: que algunas mujeres aguantan, que encima defienden a quien las maltrata, que no lo entienden, que luego cuando ha pasado mucho tiempo van y denuncian…
Yo escuché horrorizada en silencio estos argumentos, no me siento nada orgullosa de ello.
Era 25N. Las campañas para prevenir la violencia machista no dejan de bombardearnos, las noticias de asesinatos no cesan. Las últimas mujeres en Málaga: María Victoria, el día 22 en el Rincón de la Victoria y Concha, con solo 25 años, ayer día 26 en Campillos. Leer más

