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Al turismo una sonrisa

Vivo en el centro de Málaga. Desde que accedí a mi primera vivienda lo hice encantada en el centro de mi ciudad. Mi vida siguió avanzando e incorporé a otros inquilinos a mi casa, mi chico y mi hija. La guardería cerca, a los trabajos íbamos andando. Supermercado en la esquina, papelería cerquita (la papelería Morales hoy un noodles), zapaterías, mercerías (Torre y Marymar, toda «mi» vida en calle Santa Lucía), panaderías, ultramarinos, droguería, el mercado central…, todo a dos pasos. Un lujo ir andando/paseando a todos sitios. Esto era «Slow life» de veras. Genial

Queríamos aumentar la familia, mi hija quería un hermanito. El pisito de un dormitorio era cada vez más pequeño.Yo, que había crecido en el campo, corriendo por verdes prados y trepando
a árboles, cazando lagartijas para ver si era verdad lo del rabo y cogiendo grillos, rescatando gorriones y robando manzanas…, quería ir a vivir al campo y a mi chico le gustó esa opción. Empezamos a buscar casa en el campo, pero las lindes poco claras, el poco presupuesto nos quitaron las ganas.

Entremedias apareció nuestra casa. Un piso en un edificio centenario, en pleno centro con unos ventanales maravillosos, luz a raudales, suelos preciosos de baldosa hidráulica. Nos enamoró y no vimos más allá, nos metimos hasta las cejas en obras, veíamos las posibilidades, nos transmitía buenas vibracioness.

Tuvimos a nuestro hijo, la casa estaba cada día más bonita. A la par el entorno empezó a decaer. Proliferaron los «chinos», los «compro-oro». Cerraron locales malagueños emblemáticos y salían como setas locales de franquicias, que casi siempre eran un bar. El centro de mi ciudad se transformaba en el centro de cualquier ciudad. Leer más

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La vida sigue igual para «los comunes»

Siempre me he considerado una persona interesada por los temas políticos y activa socialmente. Echar un vistazo a la prensa y a las redes sociales. Escribir, compartir, opinar, difundir. Todos los días.

Confieso que me he tomado vacaciones de mis (pre)ocupaciones. He intentado desconectar sobre todo del panorama político. Las gafas violeta no me las puedo quitar así como así. Vienen de serie.

Hasta diciembre seguí con interés la campaña electoral, las posteriores elecciones, las sesiones de investidura… Informadísima. Pero tras ver el espectáculo tan penoso que están dando estos personajes que cobran por (no hacer) su trabajo, me he ido desconectando. Confieso, además, que no he notado la diferencia entre tener o no tener presidente.

Ahora están, otra vez, intentando constituir gobierno. Estos (pro)hombres están haciendo discursos y declaraciones grandilocuentes en el parlamento, sede de la soberanía popular.

Este verano me he dedicado sobre todo a leer. He preparado mi viaje a Londres y me he documentado sobre la ciudad.  Para ello he tenido como libro de cabecera «Paseos por Londres», de Laura Freixas (ed. La Línea del Horizonte). Fantástico. Una serie de textos de Virginia Woolf, en los que habla con pasión de Londres. Recomendable totalmente por la forma de acercarte a la ciudad y a la escritora.

Entre estos textos quiero destacar uno que viene como anillo al dedo a nuestra actual situación  política, «Cámara de los comunes». Leer más