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«Mi vida ahora» cine con conciencia

Una calor de calor cae sin piedad sobre Málaga. Eso está haciendo que ante el temor de derretirnos sobre el asfalto salgamos lo realmente imprescindible a la calle y estemos teniendo hábitos de invierno: películas, juegos de mesa, playstation,… eso sí con el aire acondicionado encendido (lo que se puede, porque luego llega la factura de la luz y las eléctricas y el Soria nos hacen pagar caro el lujo de enchufarlo) poquito, porque la mala conciencia que genera el tener conciencia medioambiental, nos hace recurrir a abrir ventanas y que corra el aire… el día que corre.

Pero bueno, volviendo al tema, que se me van los dedos sobre el teclado y me dejo ir. Pretendo compartir aquí una película que he visto este finde. Es una de Kevin McDonald, «Mi vida ahora», sobre la guerra y los efectos de la misma en los civiles, en este caso unos niños y niñas, que se ven en medio, sin saber qué hacer. Por cierto, genial actuación de Saoirse Ronan, descarnada (ya la he visto en tres pelis y en ninguna me ha dejado indiferente). Leer más

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Oxi y otras cuestiones menos mundanas

Ya se ha celebrado el referendum griego en el que se sometió a la decisión de la soberanía popular el futuro del país cuna de la democracia. Todo ello con el aplauso de unos (yo me incluyo) y el susto enorme de los más contrarios a consultar con la ciudadanía las medidas/correctivos que les van a aplicar sí o sí. Como así ha sido.

Esa noche mientras yo me alegraba por el NO que clamó en toda Grecia y especialmente en la plaza Syntagma, (qué poco dura la alegría en la casa del pobre), mi hijo lloraba en su cama. A sus 8 años se estaba planteando el sentido de la vida y el fin de la misma.

Nos sorprendió preguntándose quién se iba a acordar de nosotros, su padre y su madre, cuando él muriera. Se me saltaron las lágrimas ante la profundidad del pensamiento. En su mente de niño no cabía no sólo el hecho en si de la muerte, sino que tampoco la desaparición de nuestra memoria. Nos manifestó su miedo a la soledad, el miedo a ser huérfano.

Su preciosa cabeza no entendía la nada después de la muerte. Y en ese momento me dio pena no tener un cielo al que recurrir, o un paraíso de luz y color que invocar para calmar su angustia infantil. Leer más