Kamchatka

Acabo de terminar de leer esta novela que me ha parecido fantástica. Una historia que gira sobre un mundo imaginario en un  momento terrible de la historia argentina: la dictadura militar.

Kamchatka es un país imaginario que aparece en un juego de mesa (Tácticas y estrategias de guerra). En España yo lo he conocido como Risk. Juego al que le gusta jugar a Harry con su padre. En él se refugia «Harry», un niño de 10 años, para sobrevivir al horror. Un niño al que le gustan «Los vengadores», y que sueña ser un escapista como Harry Houdini… Curiosas metáforas para un mundo que se está volviendo frío y feo y en el que han de desaparecer para no perderse para siempre. Kamchatka se convierte en un sitio seguro en el que mantenerse a salvo pese al frío, la oscuridad y el vacío de afuera.

Sucede en el Buenos Aires de 1976 y los padres del crío fueron unos de los más de 30.000 desaparecidos. Harry cuenta la historia de adulto. Los recuerdos de su infancia.

A pesar del marco, de la realidad que narra del libro, me he divertido mucho. Me ha encantado su manera de contar la historia desde los recuerdos de un niño y cómo van encajando las catástrofes de su mundo que se está desmoronando.

Me parece un alegato en defensa de la libertad, un canto a la vida. He disfrutado mucho con las descripciones y su manera de narrar los recuerdos.

Un final feliz no era posible, pero esta no es una novela desesperanzada. Lo mejor de ella es la forma en que, sin hablar apenas de política ni de violencia, logra Marcelo Figueras transmitirlo, con ternura, humor y con una tristeza infinita a veces.

Hay un par de pasajes que nos sirven ahora mismo en 2013 en los tiempos que atravesamos:

… En estos días pienso mucho en aquellos maestros de San Roque. Eran grises pero levantaron efectivas barricadas contra la violencia del mundo exterior, que jamás traspasó los umbrales del colegio; sé por testimonios que en la misma época otras escuelas se volvieron salvajes, articulando el único lenguaje con el que poder sabía expresarse. Estoy seguro de que ninguno de aquellos maestros imagina el efecto que tuvo en mí. Pero yo sí los recuerdo y los veo en los maestros de hoy, cuyas barricadas exhiben las marcas de una arremetida más grande e insidiosa. El hecho de que sigan trabajando día tras día es una afrenta para los poderes de este mundo que alientan la ignorancia de las mayorías porque saben que es condición de su supervivencia: nos necesitan torpes, aletargados, dóciles. Creo, de todos modos, que la principal causa por la que hoy se combate a los maestros con suledos magros y tareas quiméricas es otra más miserable y por eso inconfesa. Un maestro es alguien que decició pasar su vida encendiendo en otros la chispa que encendieron en él cuando niño; devolver el bien recibido, multiplicándolo. Para los poderosos de este mundo, que de niños lo recibieron todo y ahora lo arrebatan todo, la lógica de esa decisión es obscena, un espjo en que no quieren mirarse y por eso lo rompen, huyendo del escándalo…

Pienso que es una preciosa defensa de la escuela pública y una defensa de la figura del maestro muy buena.

Las abuelas me han parecido estupendas, con Matilde he sonreído muchísimo, pero  la abuela paterna, que se niega a deshacerse del cuarto infantil de su hijo y al que define como «máquina del tiempo» habla de la «obsolescencia programada», mientras le pone a Harry una camiseta de su  papá:

…Otras cosas no. Ahora hacen todo de una calidad pésima, para que se rompa enseguida y estés obligada a comprarlo otra vez. ¿Vos te creés que una camiseta de ahora aguantaría tanto tiempo? Esa es la ventaja de los buenos recuerdos. ¡Que no sea gastan con el uso! Y además no ocupan lugar. Y lo más importante», dijo la abuela dándome un beso en la oreja que me dejó medio sordo «¡es que nadie te los puede robar»!

Por que no nos roben los recuerdos, porque no nos roben los derechos, porque no nos roben el futuro…. Hay mucho por hacer, porque hay mucho que salvar.

Gracias Marcelo Figueras por este libro… Voy a compartir este regalo que me hizo mi chico y que me gustó mucho, más que la película (que me perdonen Ricardo y Cecilia).

Dejar un Comentario

Los campos marcados con * son obligatorios.