Slow city, slow life

Hoy hace frio en mi ciudad, ha llovido esta noche. Será por eso que me he acordado de este verano. De nuestras vacaciones en La Alberca. Precioso publecito, con encanto y vivo. Nos/me encantó. Sobre todo el modo de su vida, su gente, sus calles, el respeto por su entorno.

Estando allí, conocí el término «slow city». Ciudades donde todo fluye y se respetan los ritmos donde se adecúa el ritmo de la ciudad a las personas que las habitan. Pues si algo define a este pueblo ese sería el término una ciudad slow, tranquila, como un ritmo bajo.

El tráfico sólo puede entrar por la mañana en horario comercial para abastecer a las tiendas. Las calles tranquilas donde las casas tienen un banco de piedra a su entrada para que sus habitantes se sienten a descansar y a charlar con sus vecinos. Se siente el ritmo de la vida fluir.

Además en verano estaban en modo turista, actividades para los que veníamos de fuera y así presumir ellos de su pueblo. Todo rodeado de rutas para hacer y conocer su entorno y los pueblos de alrededor.

Todo esta añoranza de la paz y la tranquilidad, probablemente venga de mis mañanas estresadas en las que mis hijos y yo no tenemos un ritmo muy slow. Y lo lamento, francamente lo lamento.

En estos días leí en el Huffington Post en el que hablaban de la crianza de los hijos (ver). Y me acordé de los míos, sobre todo de la mía. Es una niña que lleva otro ritmo, como la del artículo. Yo digo que parece que en su vida hay agujeros y por ellos se le cuela el tiempo.

Pero después de leer estos artículos, creo que no tiene agujeros, al contrario, le aparecen cosas en su camino diario. Sorpresas, pensamientos que le asaltan y que hacen que se pare a pensar en sus cosas.

Estoy intentando respetar sus ritmos, pero es complicado en nuestra vida, que no es muy slow que digamos, pero queremos conseguir respetar sus ritmos, que ella aprenda a gestionar su tiempo sin agobios y pueda seguir con su rica vida interior y con su genial capacidad de sorpresa.

He hecho propósito de enmienda. Levantarla con tiempo suficiente. Organizarnos mejor. No gritar. Sonreir más. Pero sobre TODO, erradicar la palabra «venga» de nuestro diario vocabulario. Ahora que estoy atenta a esta palabra maldita, soy consciente de la de veces que la digo… Y es terrible. Sinónimos, necesito sinónimos.

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