Libertad o langosta

Nueva campaña de renta 2015 sin tener muy claro si hacienda somos todos, seguimos con la presidencia en funciones…, pero voy a escribir sobre el amor, me parece más interesante.

El otro día vimos «Langosta». Un cuento a  medio camino entre la comedia y el drama. Una sátira cruda sobre los amores convencionales y establecidos. Una crítica a una sociedad enferma que lo etiqueta TODO, incluido el amor.

Si quieres seguir leyendo y además ver la película, te advierto que a partir de ahora te vas a encontrar con algún que otro spoiler.

Un Colin Farrell triponcete y con cara de desconcierto (la misma que iba teniendo yo a medida que avanzaba la película) nos enseña un mundo en el que la soltería no está bien vista.  Lo mejor es vivir en pareja, tiene ¡múltiples ventajas! No se cuestiona la homosexualidad, puedes hacerlo con quien quieras, pero lo que decidas ser tiene que ser elegido y ya no hay vuelta atrás. Desde el momento en que te registras como soltero o soltera vas «a la caza» de tu pareja, porque tu vida, como ser humano, está en peligro. De no encontrar pareja en un plazo de tiempo determinado, te transformarán en animal. Eso sí, al menos en el animal escogido por ti. Se titula «Langosta» porque es el animal elegido por el protagonista, apuntar que son curiosas las razones que alega para decidirse por este animal. La historia está contada con la voz en off del personaje de Rachel Weitz.

Como metáfora no tiene precio: vivir fuera del modelo instaurado te convierte en animal. La sociedad te da oportunidades para incorporarte al modelo oficial, pero el tiempo es limitado. Otras opciones no son posibles. Una  vida de perro…  o de langosta está a la vuelta de la esquina.

Lo etiquetamos todo. Hay un nombre para cada cosa, un nombre para cada situación, un nombre para cada “tipo” de amor. Y así nos va. Heteros, gays, lesbianas, transexuales, intersexuales, queers…  Tanta categoría para tan poco amor.

Mi chico se ríe. Nunca he tenido una relación que no fuera heterosexual, pero siempre he sentido que cuando me enamoraba lo estaba haciendo de esa persona, de ese ser humano. La sonrisa, el hablar, los gestos.  La opción de sentirme atraída por una mujer siempre ha estado ahí.

“El cuerpo es sólo un estuche y los ojos la ventana que dan al alma aprisionada” que dirían  Aterciopelados.

Pues eso, qué más da el aspecto que tenga, a quién le importa lo nos guste bajo las sábanas. Parece que si se sabe cómo se llama y qué es lo que hacemos, algunos se sienten más seguros. Así está TODO controlado y NADA se sale de la normalidad.

Tolerancia y respeto son las dos palabras que vengo buscando. Tolerantes y respetuosos espero que sean mi hija y ni hijo. Procuramos hablar con ellos de amor, de cuando te guste alguien, sin poner género. Cuando preguntan, les explicamos. Es curioso pero nuestra hija no formula “ temor” alguno. Nuestro hijo, siendo más pequeño, ya ha escuchado cómo se hacían afirmaciones del tipo de “si te gusta esto, si haces aquello, eres gay”. Mamá qué es ser gay? Y eso es malo? Él no quiere que se lo digan, tiene un amigo con 8 añitos que tuvo que convivir en clase con dos compañeras que le llamaban gay, porque no le gusta el fútbol, le gustan las manualidades, leer, es un niño tranquilo.

Y tú, qué eres? Libertad o langosta, tú eliges. No hay más opciones.

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