Que levante la mano

Que levante la mano la que no se haya sentido incómoda andando por la calle ante la mirada «atenta» de algún viandante; la que no se haya sentido incómoda ante las «alabanzas» y «apreciaciones varias», con mejor o peor gusto, acerca de sus atributos físicos. Que levante la mano la que
no haya tenido miedo andando sola por algunos sitios o a algunas horas cuando se cruzaba en su camino un grupo de hombres. Que levante la mano la que estando con un jefe, un profesor… no haya sentido que las cosas cambiarían (un aprobado, una mejora…) si su actitud fuera distinta;
también que la levante la que no haya sentido una exploración, más o menos minuciosa, mientras estaba tranquilamente en el autobús u otro transporte público. O la que no se haya sentido manoseada de manera figurativa por compañeros de trabajo o de clase mientras hablaban con ellas. Que levante la mano la que no se hay sentido sometida alguna vez al juicio público de los presentes en ese instante, por su aspecto físico (tamaño, belleza, aspecto…). Que levante la mano la que esté HARTA YA.

Que levanten el puño las que salen a la calle a gritar contra los feminicidios, las que se rebelan contra la desigualdad salarial, las que se indignan con la mercantilización del cuerpo de la mujer, las que quieren que sean las mujeres las que decidan en su cuerpo, las que se enfadan al leer los índices de pobreza y precariedad (siempre con cara de mujer), las que claman contra las incursiones en política desde los púlpitos de los hombres vestidos con hábito, las que lloran de rabia cuando leen las barbaridades que se hacen en algunos sitios del mundo por el mero hecho de ser mujeres (bien en el nombre de Alá, de cualquier otro dios, del dios de la guerra o dios del dinero), las que luchan por que nuestras hijas no tengan miedo NUNCA…

Y a pesar de todo esto, encima, no debo estar cansada de andar todo el día explicándome, justificando mis actos; dándole peso a mis acciones. Cuando me defino como feminista: que me quejo de puro vicio, las cosas han cambiado…. Qué quieres ahora? Hablar de feminismo ya no procede? Procedió alguna vez?

No procede hacerlo para quienes dicen que la sociedad ha cambiado, que las mujeres y los hombres somos iguales, que ya tenemos las mismas oportunidades, que de qué me quejo, que me fije en otros países ( por qué no te vas a Afganistán???) y vea lo afortunada que soy. Y la mejor: que mi marido me ayuda con los niños y en las cosas de la casa.

Cada vez más a menudo, escucho argumentos tales como que es mejor hablar de igualitarismo, que el feminismo busca la supremacía de la mujer, que hay mujeres que también maltratan a sus parejas, que la discriminación positiva es una discriminación masculina, que lo del techo de cristal no es real ya…

Esto no me sorprende, sólo pienso que aún queda mucho trabajo por hacer y que hay muchos compañeros, y también compañeras, que sumar a la causa. Lo que realmente me cabrea es que mis compañeros de viaje, los más próximos a los afectos ideológicos, digan que el feminismo dispersa, distrae del verdadero objetivo a conseguir, del más importante, de la lucha de la clase obrera.

Que quienes son mis compañeros en las manifestaciones y en la lucha, hagan estas afirmaciones no me sorprende tampoco, ya estoy acostumbrada desde hace siglos, pero sí me decepciona.

Me decepciona porque las mujeres nos hemos sumado a todas las protestas, a todas las movilizaciones, igual que ellos.  Contra la esclavitud (las primeras), contra la explotación laboral, contra las dictaduras, a favor de los derechos de los homosexuales… y de las lesbianas, (venga, ahora decidme lo de la raíz «homo», que viene del griego y que no significa hombre, sino igual… me suena a lo mismo de cuando se dice en genérico «el hombre», y las mujeres nos tenemos que sentir incluidas…. pues eso, que las palabras existen y las uso: homosexuales y lesbianas.) Sin embargo, pocos hombres conozco que se definan como feministas y menos aún que actúen como tales. Ahora lo que nos venden es un «paternalismo feminista» que en el fondo es lo mismo de antes. Como diría Silvio, que no es lo mismo, pero es igual.

Pues ahora lo último, es que nos creamos que el sexo no es causa de opresión, que la causa de la misma es el género asignado al nacer. Qué tontas hemos sido hasta ahora! Tan fácil como era. Bastaba con decir que no soy mujer para haber dejado de sufrir opresiones varias a lo largo de la historia, para no haber sido  encontrada «muerta» (por obra y gracia de dios) a manos de tu marido/amante/novio/ex-marido/ex-amante/viandante…

No sé cómo no lo vimos venir. Las más listas sí dijeron que no dejáramos de usar el término violencia machista, que la violencia de género era otra cosa.

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