El cuento de la criada y la realidad no tan distópica

Gracias a HBO llegó a mi El cuento de la criada. Desconocía esta novela y además he de confesar que no había leído nada de Margaret Atwood. La serie hizo que quisiera leer el libro. Me lo he bebido. No podía dejarlo, no quería parar.

Todas las noches, cuando me voy a dormir, pienso: Mañana por la mañana me despertaré en mi propia casa y todo volverá a ser como antes.

Esta mañana tampoco ha ocurrido.

Escrito a modo de diario, en él se recogen los recuerdos y pensamientos de la protagonista. Consiguió que me metiera en su cabeza y que sintiera su desesperación, el miedo, el conformismo, el abandono, la resignación, destellos de rebeldía también. De ella, que no dice en ningún momento su nombre. Esta es su única posesión, lo único realmente suyo en un mundo en el que ella ha pasado a ser propiedad, ella también es una cosa para alguien, su nombre así lo indica: es «De-Fred». Es propiedad de Fred.

Estamos en la república religiosa de Gilead. La historia transcurre en un mundo distópico, donde tras algún incidente/ataque medioambiental que ha afectado a los seres humanos (problemas de carácter reproductivo en la población) se produce un golpe de estado que trae consigo la supresión de derechos, el control de todos los poderes, todo ello aderezado con la religión mezclada con el poder… (mala combinación siempre).

Fue después de la catástrofe, cuando le dispararon al presidente, ametrallaron el Congreso y el ejército declaró el estado de excepción. En ese momento culparon a los fanáticos islamistas.

Hombres y mujeres sufren la mano dura de la dictadura, pero como suele suceder en estos casos, las mujeres llevan las peores papeletas. Éstas, además de sufrir la represión, son clasificadas en grupos, según el uso al que vayan a estar destinadas: criadas, martas, tías, esposas, econoesposas,…

Es inquietante que la historia esté ambientada donde se encontraba la universidad de Harvard, antes del golpe de estado. La antigua institución del saber, convertida en foco de involución, regresión y de negación de los avances.

Lo peor (mejor) para mí? Estar con ella, dentro se su cabeza, todo el tiempo. Sus pensamientos, experiencias, sentimientos, los MIEDOS, las dudas. Ha sido duro soportar con ella el sentimiento de que se ha dejado vencer, que han ganado. Esa sensación de estar suspendida en una especie de limbo, de que no eres nada, que no le importas a nadie. Es terrible, pero no puedes soltar el libro. Se pega a los dedos, la historia se cuela en la piel.

Dios mío, Tú que estás en el Reino de los Cielos, que es adentro. Me gustaría que me dijeras Tu nombre, quiero decir el verdadero. Aunque Tú también servirá. Quisiera saber qué Te propones. Sea lo que fuere, por favor, ayúdame a superarlo. Aunque tal vez esto no sea cosa Tuya; no creo ni remotamente que lo que está ocurriendo aquí sea lo que Tú querías.

Tengo suficiente pan de cada día, de manera que no perderé el tiempo en eso. No es el principal problema. El problema está en tragártelo sin que te asfixie.

Llegamos a la parte del perdón. No te molestes en perdonarme. Hay cosas más importantes. Por ejemplo: si los demás están a salvo, que lo sigan estando. No permitas que sufran demasiado. Si tienen que morir, procura que sea de forma rápida. Tal vez puedas incluso brindarles un cielo. Para eso Te necesitamos. Para hacer el infierno nos bastamos solos…

Esto pasa desde que abres el libro y lees la introducción. Cuando la autora dice que nada de lo allí narrado es producto de su imaginación y que ha pasado alguna vez en la historia. El solo hecho de saber eso, hace que se pongan los pelos de punta. Pero «History repeting» y a veces la realidad se parece (o es peor) a la ficción.

2017 empezó con la elección de Trump en Estados Unidos y la masiva movilización de mujeres tras esta. Allí, ha supuesto recorte de derechos. Aquí estar esperando cada mañana para saber qué hay de nuevo para «make America great again«, alucinar con las afirmaciones que este personajillo hace de la manera más impune, en especial sobre las mujeres (por presidente y por poderoso puede decir y dice/hace lo que le parece). Luego vino la huelga de mujeres, el 8M con una convocatoria a nivel mundial para que se viera que si las mujeres paramos, el mundo se para con nosotras. Aún resuenan en mi cabeza las palabras de Putin sobre las prostitutas rusas y las de Junkers diciendo que los corruptos del sur se gastaban el dinero en putas (para muestra el botón de Granados y sus volquetes)… Salimos a decir «Juana está en mi casa» para evitar que le entregaran los hijos a un maltratador.

En estos últimos meses hemos asistido al doble juicio de la manada (odio usar esa palabra aparejada a estos sinvergüenzas, considero que es una palabra muy hermosa, y no quiero que me sigan robando, hasta las palabras), digo doble porque se ha cuestionado, con el permiso del
tribunal, lo que hizo antes durante y después esta chica con su vida. Ahora tenemos el juicio de los jugadores de fútbol del Arandina y está pasando tres cuartos de lo mismo.

También se ha abierto este 2017 un encendido debate sobre vientres de alquiler sí o vientres no. Los defensores han aderezado su discurso aludiendo al derecho de la mujer a alquilar su útero, libertad de derechos, libertad de mercado. Lo mismo que si alquila su coño, porque la que es puta lo es porque quiere, es un mito eso del tráfico de mujeres, lo de la trata…. MIERDA DE LIBERTAD, todo vale si deja beneficios.

El cuento de la criada me ha hecho más presentes estos temas de actualidad. La novela ha dejado muy claro (si no lo sabíamos ya) que ninguno de nuestros derechos es eterno, que costó mucho conseguirlos y que es muy fácil perderlos. Nuestra vulnerabilidad se hace patente cada día que pasa con el número de mujeres asesinadas (las que contabilizan y las que no), con ese pacto de estado (sin fondos, ni regulación) que pretende solo callar bocas, con custodias compartidas más que discutibles, con la justicia que admite atenuantes para violadores y exige pureza para las violadas…

2018 tiene que ser nuevamente un año de lucha. Hagamos visible que JUNTAS somos más fuertes, que nos tenemos las unas a las otras y que NO TENEMOS MIEDO.

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